Aunque el término endometriosis muy bien podría definir algún tipo de
recurso poético o literario, como la metonimia o la perífrasis, nada
más lejos de la realidad.
La endometriosis proviene del neologismo acuñado en el siglo XIX,
compuesto del griego ἐνδο- (endo- = dentro) y μήτρα (metra = matriz), y
se refiere a la aparición de tejido que recubre el interior del útero en
otras zonas o tejidos, generalmente en el interior del abdomen, sobre
el ovario o en el peritoneo y las vísceras que engloba.
Volviendo a la poesía, que debería impregnar mas la ciencia, el
útero, que es un órgano musculoso en su estructura y sólido como una
coraza. Tiene en su interior, movido a golpe de impulso hormonal, un
delicado lecho que se va preparando en cada ciclo mensual para acoger y
acomodar, cual tálamo nupcial o la feraz tierra de las huertas, la
semilla que daría lugar a un nuevo ser tras la unión de óvulo y
espermatozoide.

Cada mes se acicala, se prepara y se deja mullida para aceptar esa
posibilidad y cada mes se desecha y se renueva completamente, dando
lugar a las hemorragias menstruales. Resultan fascinantemente simples la
sucesión de acontecimientos y enormemente complejos los procesos que lo
regulan, dando cambios que van mas allá de una pequeña hemorragia. Todo
el ser de las mujeres se estremece con estos cambios que, como el mar,
a veces trae pequeñas olas hormonales y otras grandes temporales que,
lógicamente afectan a la estructura y relieve de los territoriales
órganos y costas afectados.
En la endometriosis, ese tejido, controlado, domesticado y
circunscrito al interior del útero, desborda sus límites y se implanta
en otros órganos.
El resultado es la magnificación de los fenómenos que acompañan a los
cambios hormonales, en general alteraciones inflamatorias y dolor,
mucho dolor.
La endometriosis afecta a más del 10% de la población femenina en
edad fértil (dos millones de mujeres en España), aunque muchas veces de
forma poco sintomática, en otros muchos casos altera completamente la
calidad de vida de las pacientes, su fisiología, sus relaciones de
pareja y su entorno social y laboral y por supuesto su capacidad de
procrear.
La causa aún no se ha encontrado, aunque se han involucrado factores
inmunitarios y quizá una predisposición genética por una mayor
incidencia en ciertos grupos familiares.
La endometriosis resulta muy invalidante, pero habitualmente no hay
signos externos de la enfermedad, añadiendo al dolor y la incapacidad
una enorme incomprensión en el entorno personal, que tilda de “quejicas”
a mujeres jóvenes sanas con dolores menstruales muy intensos.
El diagnóstico precisa un conocimiento de la enfermedad, casi siempre
por parte del especialista en ginecología: la ecografía y la resonancia
magnética pueden detectar lesiones cuando están ya desarrolladas,
aunque no siempre son localizables, incluso con ecografía transvaginal,
lo que hace necesaria la laparoscopia y a veces incluso la exploración a
cielo abierto, la laparotomía, para su confirmación.
El tratamiento se basa en el control del desarrollo de esas lesiones,
es decir, control de los ciclos hormonales y la extirpación de esas
“metástasis benignas de tejido endometrial” que producen la enfermedad
con cirugía.
Los aspectos analgésicos también son esenciales y los
antiinflamatorios, incluso los opioides en los momentos álgidos son
imprescindibles, pero no suficientes porque, como hemos apuntado al
principio, los aspectos de la esfera social y afectiva y la alteración
en las relaciones y en la fertilidad añaden ese plus de injusticia que
acarrean las enfermedades crónicas.
¿Por qué a mí?, ¿por qué de esta manera?, ¿por qué nadie me cree?,
¿por que no se investiga más?, o ¿por qué no se crea una iniciativa
Nacional o un Plan Nacional o Europeo? Vale la pena hacerse esas
preguntas y esperar que alguien con conocimiento y capacidad nos ayude a
contestarlas y mostrar la luz al final del Túnel.
Fuente -www.blog.diagnostrum.com-
Página WEB : www.guromed.com.mx/
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